martes, 15 de enero de 2019

¿Qué esperaban?


Enero 2019

Como es lógico en estos tiempos domina la discusión pública la preocupación por el rumbo del mundo epitomizada por las elecciones de Trump y Bolsonaro, los dos ejemplos más visibles de la ola de virajes “hacia la derecha” de numerosas sociedades, tanto del primer como del tercer mundo.
Y sí, es preocupante.  Si la fortaleza de las instituciones democráticas no demuestra ser suficiente, podría darse un escenario apocalíptico, y nadie quiere eso.

Pero me pregunto:

¿Qué esperaban?

¿Qué esperaban los que destruyeron la filosofía con la entronización del relativismo epistémico, la falacia como modo de vida, desterrando el concepto de verdad, nublando el pensamiento en juegos de palabras sin sentido? ¿Qué esperaban que pasara cuando relegaron a la ciencia como método de acceso al conocimiento, sustituyéndola por formas modernas de superstición, mística y anti-progreso snob?  ¿Qué esperaban que pasara cuando se construyó un culto a la mediocridad y un desprecio por la búsqueda de la excelencia?

¿Qué esperaban los académicos, cómodos en sus “tenures” bien pagas en las cátedras de crítica literaria y estudios sociales en Francia y EEUU, disfrutando las mieles del odiado capitalismo y despreciando a los llanos burgueses comerciantes e industriales que desde hace siglos vienen construyendo la civilización?  ¿Los que desde sus torres de marfil construyeron las utopías infantiles a las que se afiliaron generaciones de jóvenes de mente simple con pocas ganas de pensar en serio y mataron y se hicieron matar en todo el mundo?  ¿Los que secuestraron la educación consolidando un pensamiento único justamente donde por excelencia debería haber un ámbito de debate y contraposición de ideas?

¿Qué esperaban los que sistemáticamente se aliaron y aplaudieron a las peores satrapías y tiranías del mundo, justificando lo indefendible y haciendo posible con su apoyo hipócrita el genocidio, esclavitud y oscurantismo de naciones enteras?

¿Qué esperaban los millones de burócratas y tecnócratas inútiles que en los organismos internacionales e incontables ONG´s se erigieron en la nueva aristocracia, disfrutando una vida principesca a costillas de los trabajadores del mundo entero, sin agregar un gramo de valor a sus sociedades?  ¿Qué esperaban la ONU, la UNESCO, la OEA y todas sus sucursales, después de traicionar vilmente sus formidables principios humanísticos para convertirse en un nido de víboras vendidas a los petrodólares y al resentimiento?

¿Cuánto tiempo pensaron que iba a durar su grotesca impostura? ¿Habrá llegado la hora de finalmente pagar el precio?

No se puede saber qué tanto cambiará el mundo, si es que cambia algo.  Pero sería muy bueno que los bienpensantes políticamente correctos asuman su cuota de responsabilidad y tomen nota de que la mayoría estamos hartos.