Sr. Director,
Es lógico que
en la publicidad partidaria de la campaña electoral escuchemos cosas que nos
hacen enojar, según cuál sea nuestra afinidad política.
Pero un spot
particular de Mario Bergara me hizo enojar en serio. El Ec. Bergara es claramente un hombre
inteligente y capaz, y por lo tanto duele ver cómo baja el nivel cuando se
dirige a la masa de potenciales votantes.
Me refiero a
la publicidad donde dice que el mercado nunca hubiera creado un Plan Ceibal,
nunca hubiera conseguido la cobertura universal de salud, y nunca hubiera
logrado que colectivos discriminados accedieran a los derechos.
Una
interpretación inteligente y benévola del spot sería:
“El
capitalismo y su mecanismo - el mercado - son la base de la civilización
moderna. La única viable, aunque a
algunos no nos guste. Pero por sí solo
no puede generar algunas conquistas
sociales que
es necesario impulsar desde el sector político”.
Pero la
intención obvia del diseño de la comunicación es un tanto más simplista:
“Capitalismo
y mercado: malo, feo; Socialismo: bueno.”
Se piensa que
se le habla a una masa humana tonta, y posiblemente les asista razón.
Tomado
literalmente lo que dice es cierto. La
existencia de mercado no es condición suficiente para que exista acceso
a esas conquistas sociales que concitan mayoritaria aprobación.
Pero sí es
condición necesaria.
¿De dónde
piensa Bergara que han salido los recursos para pagar las complejas estructuras
humanas, organizativas y materiales que son el Plan Ceibal y la medicina
nacional?
Ambos se basan
en avanzadas tecnologías de ingeniería informática y médica que llevaron siglos
de desarrollo y refinación, y que nunca hubieran sido posibles sin la mano
invisible del mercado, entendido éste como el libre juego de la iniciativa
empresaria en un marco capitalista y liberal.
Bergara y
todos nosotros vivimos inmersos en el capitalismo de mercado hasta un grado
imposible de comprender. Lo que comemos,
lo que vestimos, lo que leemos, lo que pensamos, lo que soñamos, en fin, lo que
somos, es producto de esa organización social y económica. Los países que han intentado prescindir de él
(Cuba, Corea del Norte, la URSS, la Alemania de Hitler) no han retrocedido del
todo a la edad media porque el resto del mundo capitalista ha seguido
progresando, innovando y creciendo a ritmo exponencial.
La historia –
y cinco minutos de pensamiento honesto – nos muestran sin lugar a dudas que el
capitalismo es ni más ni menos que el responsable de la existencia del mundo
moderno.
El sistema de
incentivos y señales (los precios de los bienes) que permite la asignación de
recursos y la sincronización colaborativa de las actividades humanas de una
manera automática, inmediata, en una escala que todos los sabios del mundo
juntos usando todos los recursos informáticos imaginables jamás podrían
pretender ni siquiera parodiar.
Los fracasos
rotundos, grotescos y criminales de los sistemas socialistas que se han
intentado muestran palmariamente los resultados de la eliminación del tan
despreciado mercado.
La izquierda
ha ganado la guerra del marketing a pesar de haber perdido todas las batallas
contra la realidad, echando por tierra la máxima de que la historia la escriben
los ganadores.
En un
ejercicio de hipócrita asimetría, al socialismo se lo juzga por su ideal
utópico, mientras que al capitalismo se lo condena por sus patologías,
ignorando sus monumentales logros, porque de tan acostumbrados no los vemos.
El
pensamiento de izquierda nunca terminó de entender qué cosa es el mercado.
Olvidó, o nunca supo, cuál es el motor del mundo moderno. A qué se debe el avance científico y
tecnológico. El confort, la salud, la
seguridad, la cultura, las opciones de vida.
El milagro de que cuando abrimos la canilla salga agua potable,
electricidad en los enchufes, gas para cocinar.
El triunfo de civilización que es un supermercado. Funciona cuando quien guía y decide es la
"mano invisible". No funciona,
y la máquina se fuerza, chirria y se detiene cuando quien guía es la
planificación estatal. La superioridad
infinita del mercado por sobre la planificación, en su dimensión práctica de
eficiencia, y en su dimensión moral de imparcialidad. Pero la izquierda nunca supo qué cosa es el
mercado.
Vuelvo a afirmar
sin la menor duda que el capitalismo liberal es por lejos el mejor sistema de
organización humana, tanto en su dimensión de eficiencia como en su dimensión
moral.
Soy consciente
de que esto último merece una discusión mucho más amplia, pero solo quiero
señalar aquí que también la extraordinaria explosión actual del arte y la
cultura, de la libertad y la diversidad solo son posibles en aquellos países
que han abrazado la democracia liberal y el capitalismo de mercado como forma de
organización social. Todo lo contrario
ha ocurrido en los regímenes que lo han abolido, creando infiernos de
retroceso, frustración, desesperación y terror.
Incluso en
ellos, en los regímenes más rígidos y asfixiantes, con riesgos mortales, el
mercado, como la vida biológica, se ha abierto paso y florecido en la
clandestinidad en cada grieta disponible, haciendo posible la supervivencia de
la llama de la dignidad humana.
Noviembre 2019