viernes, 14 de diciembre de 2018

La obra vial como símbolo del atraso crónico del Uruguay

La obra vial como símbolo del atraso crónico del Uruguay

Carta de los lectores publicada en el semanario Búsqueda el 26/04/2018



Quisiera compartir una reflexión tan pero tan obvia que su ausencia de la discusión pública me llena de perplejidad. 
A pesar del buen nivel de nuestros periodistas radiales, cada día más me encuentro gritándole a la radio la pregunta que el periodista debería hacerle al entrevistado, con la pelota picando en el área chica y el golero fuera de juego, y no la hacen.
Concretamente, hace unos días el entrevistado era una autoridad del MTOP o de la intendencia (la agarré empezada y no lo supe) y el tema era porqué las obras frente a Tres Cruces habían empezado justo en los días de carnaval, cuando el flujo de gente y tránsito en la terminal es enorme.  El entrevistado zafó como pudo, bastante bien, explicando que la obra iba a demorar entre dos y tres meses, que era conveniente hacerla en verano por varias razones, entre ellas que justamente la ciudad está más aliviada de tránsito, y que de todas maneras en ese lapso iba a caer en uno u otro feriado importante, como la semana de turismo.
Los periodistas se dieron por medianamente satisfechos con las respuestas, pero no aprovecharon para hacer “la” pregunta, aquella que, según me parece, está en el núcleo de la razón por la que nuestro país está condenado al atraso eterno:  ¿Porqué dos o tres meses y no diez días o dos semanas, como duraría en cualquier país civilizado?

Tengo una sentencia que repito como un mantra:  "El día que vea que en las obras viales se trabaja con energía y entusiasmo las veinticuatro horas (especialmente de noche), de lunes a domingo, ese día empezaré a creer que Uruguay puede tener algún futuro”.
Tenemos una carencia generalizada del sentido de la urgencia.  La lentitud del "reloj biológico nacional" nos impide la mínima pretensión de competitividad y eficiencia.
La gravedad de esa afirmación es muchísimo mayor de lo que parece a simple vista.
Por supuesto, lo de la obra vial es solo un ejemplo ilustrativo - aunque muy significativo - de todas las situaciones que involucran a la relación del ciudadano con el estado.
Las obras viales provocan una distorsión importante en la vida de los ciudadanos al enlentecer el tránsito, provocar desvíos, aumentar el riesgo de accidentes, etc.
Que demore meses o años lo que debería demorar horas o apenas algunos días es gravísimo por muchos factores:
- No tenemos sentido de la urgencia.
- El costo es varias veces mayor al que debería ser.
- Las necesidades o comodidad del ciudadano (el contribuyente) no interesan, no entran en la ecuación (a pesar de que se pretenda convencer de lo contrario).  La conveniencia que se considera en primer término siempre es la del funcionario, no la de quien le paga.
- Las condicionantes económicas - o los arreglos mafiosos – posiblemente hagan que esa demora les convenga a las empresas concesionadas, en un contubernio nocivo.
- Los sindicatos son los que finalmente deciden.  Si hubiera voluntad de hacerlo distinto, igual no se podría.  No hay ninguna intención de cambiar las cosas porque las autoridades y los sindicatos están de acuerdo en exprimir a los contribuyentes sin importarles la calidad de los servicios.
- Estamos tan acostumbrados a esa modalidad, que lo consideramos natural y ni se nos ocurre expresar la lógica indignación ciudadana, mucho menos organizarnos para provocar un cambio serio.
En resumen, el patético espectáculo de la obra vial en Montevideo, la mayor parte del tiempo detenida, desierta, abandonada, es el símbolo perfecto de la mentalidad que nos asegura que nunca vamos a salir del pozo (o del bache).


domingo, 8 de abril de 2018

Igualdad


Igualdad

Todos repiten como loros que la igualdad es un objetivo deseable.  Quizá el más.
Pero pocos realmente saben qué están diciendo.

Imaginemos que con una varita mágica, podamos hacer que de inmediato todos seamos “iguales”, entendiéndose por esto que dispongamos de igual cantidad de bienes.

Si esto ocurriera entre personas creativas, activas, productivas y libres, no pasarán cinco minutos antes de que vuelvan a aparecer diferencias, y un cierto tiempo después, nuevamente se verán las mismas diferencias que había antes.

Pero si esto ocurriera en una población con el cerebro lobotomizado*, entonces probablemente el efecto sea permanente.  Será una población de esclavos o robots.

La igualdad absoluta es la muerte térmica, la entropía total, la máquina parada.

Por favor contestá lo que verdaderamente pensás, sin consideraciones de conveniencia o de corrección política.

Afirmación:
Es bueno que el estado aplique políticas de redistribución de modo que todos los ciudadanos lleguen a tener iguales ingresos y patrimonios netos (forzar a que el coeficiente de Gini sea cero), independientemente de sus puntos de partida, sus talentos y capacidades, o sus preferencias intelectuales o estéticas.

Preguntas:
¿Eso te parece posible?
¿Eso te parece deseable?

En caso afirmativo,
¿te parece compatible con un régimen democrático?
¿te parece compatible con la plena vigencia de los derechos humanos?
¿te parece compatible con el crecimiento económico, o con el mantenimiento de los niveles actuales?
¿te parece compatible con el progreso científico y tecnológico, o con el mantenimiento de los niveles actuales?
¿te parece compatible con la mejora o el mantenimiento de los valores humanos de convivencia?
¿te parece que podría ser sostenible en el tiempo en un contexto de población estable o creciente?

Si has contestado afirmativamente a las preguntas,
¿Porqué no ha sido así en ninguno de los muchos y variados intentos que ha habido en el último siglo, sino más bien todo lo contrario?



* Lo del cerebro lobotomizado puede entenderse literalmente o en sentido figurado en referencia a cerebros que han sido condicionados desde la infancia con la prédica colectivista.