Fiesta de fin de
cursos de primaria en un colegio privado, cristiano y bilingüe de Montevideo.
Como es de rigor,
abre el director con un discurso resaltando los valores cristianos de la
institución y cómo esos valores son faro y guía para la vida.
Sigue la acostumbrada
liturgia de los abanderados y la profesión patriótica, que por supuesto incluye
cantar con fervor “Mi Bandera”, pronunciando correctamente el párrafo que dice:
“No ambiciono otra fortuna ni reclamo más honor que morir por mi bandera….”
A continuación, y
para dar inicio a la parte artística donde los alumnos demuestran sus
destrezas, se comienza, igual que todos los años, con una de las pocas piezas
musicales modernas sobre las que existe consenso universal de aprobación: “Imagine”
de John Lennon.
Allí, con
impecable pronunciación en inglés, se enuncia, como lo evidentemente deseable
para una humanidad feliz:
“… Imagine
there´s no heaven ...” “… and no religion too …”
(imagina que no
existe el paraíso … ni religión …”)
“… nothing
to kill or die for …”
(nada por lo que
matar o morir …”)
Viendo las caras
de felicidad y embelesamiento de todos los asistentes y participantes, me
pregunto: ¿sólo yo veo estas cosas?
¿nadie se alarma o se siente aunque sea un poco incómodo por la
flagrante contradicción?
Soy consciente de
que es perfectamente posible vivir en contradicción intelectual, casi en estado
de esquizofrenia. Yo no podría, valoro
la coherencia por sobre todas las cosas, pero es claro que no es así para la generalidad
de las personas.
Cambio de
escenario.
Esta semana tuve
el enorme gusto de asistir al festejo de los primeros quince años de Ingenio,
la incubadora de empresas de base tecnológica pionera en el país.
Ese
emprendimiento, iniciativa conjunta de ORT, Latu y Bid-Fomin es seguramente una
de las mejores cosas que se han hecho en Uruguay en pos del verdadero progreso,
de creación de riqueza y de integración al mundo que va para adelante.
Sobre el
escenario y frente a él, estuvo una porción importantísima de la elite
intelectual del país, líderes y formadores de opinión. Fue un verdadero placer asistir al relato del
proceso de estímulo al desarrollo del "ecosistema emprendedor"
nacional.
Sin embargo,
hablando luego con algunas de las figuras clave, gente inteligente por demás,
apareció, como siempre, el pesimismo respecto al futuro y esa sensación de que
todos los días se empieza de cero, de que nunca está asegurada la continuidad
de los esfuerzos, y sobre todo, de que parecería haber una desproporción entre
los esfuerzos y recursos aplicados y los resultados obtenidos.
No es que los
resultados sean malos; todo lo contrario.
Para lo que estamos acostumbrados, Ingenio brilla como una joya.
Pero en
comparación con lo que se ve en ese campo en países de población comparable
como Finlandia, Suecia, Singapur, Nueva Zelanda o Israel, no podemos desterrar
de nuestra mente la metáfora de la montaña pariendo un ratón.
Se siente como si
nunca se alcanzara una masa crítica conceptual, no en el sentido numérico, sino
en la aceptación y asimilación total de la idea.
Hay muchos
factores que pueden explicar este fenómeno.
Pero a mi
entender, hay uno que es por lejos el más importante, y que es como el elefante
en la habitación. Increíble que no se lo
vea. Igual que "Imagine".
Ese factor se
llama Ideología.
Es clarísimo -
salvo para el dogmático más obtuso - que todo lo que tiene que ver con
emprendedurismo, empresarialidad, innovación, creación de riqueza, desarrollo
tecnológico, etc., etc. solo tiene sentido en un contexto de libre mercado y de economía capitalista
liberal en un marco de estado de derecho.
El propio
vocabulario utilizado se convierte en palabrerío vacío si no se refiere a ese
contexto: startups, IPO´s, mercado accionario, marketing, economía digital,
internet, M&A, R&D (I+D+I), RSE...
Pero en Uruguay
todos, aún los no votantes del FA, somos socialistas. Lo tenemos en los huesos. Nos han enseñado desde chicos que el
socialismo es algo intrínsecamente bueno y el capitalismo algo deleznable. Y nos lo creímos. Décadas de evidencia en contrario no nos
mueven un milímetro las convicciones (1).
El ideal
socialista es que todos seamos funcionarios, meras piezas en la maquinaria
estatal. La tarea de pensar e innovar se
limita a los miembros de la nomenclatura.
Estamos
compitiendo contra nadadores olímpicos que se zambullen de cabeza y antes de
tocar el agua ya están braceando con entusiasmo, mientras nosotros ponemos un
dedito del pie en el agua a ver si no está demasiado fría.
Hacemos lo que
hay que hacer, es cierto - no se puede ignorar la realidad - pero a
regañadientes, con mil peros y tratando de buscar excusas que nos justifiquen
si, horror de los horrores, llega a irnos bien y hacemos algo de dinero.
Reconozcámoslo de
una vez, amigos. Si no abrazamos el
capitalismo liberal con entusiasmo, siempre vamos a perder la carrera. No se
puede ser exitoso en algo en lo que no se cree. Es así de fácil. Esa es la transformación cultural que
necesitamos.
Difícil para
sagitario. (2)
(1) Ludwig Von Mises desarrolla
extensamente este asunto en forma clara y amena en su ensayo "La
Mentalidad Anticapitalista". No es
coincidencia que faros del pensamiento humano como Von Mises o Hayek sean
prácticamente desconocidos en nuestro mediocre hemisferio. ¿Censura?
¿Proscripción? ¿Autocercenamiento?
Noooo...
(2) Dejo de lado la discusión de
porqué el capitalismo liberal es infinitamente superior en eficiencia y
legitimidad moral al socialismo, una ideología fracasada que solo ha producido
miseria e infelicidad. Es una argumentación
demasiado fácil y que a esta altura de la vida, ya me aburre.
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