lunes, 12 de septiembre de 2016

Escuchame, Ernestito (sobre el conflicto de Medio Oriente e Irán)

Escuchame Ernestito, a ver si me entendés, pedazo de estúpido.
Sé que te cuesta, pero por favor hacé un esfuerzo y tratá de imaginarte lo siguiente:

Suponete que sos un profesional exitoso, educado, rico (perdón por la palabra), todo por mérito y esfuerzo propio.  Nadie te regaló nada.  Vivís en una casita pequeña pero muy bien cuidada, construida con sacrificio.  Tenés una esposa simpática, inteligente y trabajadora y unos hijos buenos, brillantes estudiantes y felices.

El problema son tus vecinos. 
Son ignorantes, vagos, drogadictos, viciosos, … y pobres.  Viven de lo que les da el Mides, pagado con tus impuestos.  Tienen decenas de hijos que no estudian ni trabajan y subsisten robando. 
Tuvieron mil oportunidades de educarse, trabajar dignamente y ser prósperos, pero rechazaron y desperdiciaron cada una de ellas.  Todo lo contrario a lo que tú hiciste.

Pertenecen a una secta comandada por un gurú demente que piensa que todos los que no comulgan con sus ideas extraviadas no merecen vivir.

A los vecinos se les metió en la cabeza que tu casa era de ellos y que hay que echarte a ti y a tu familia.
De hecho, este convencimiento data de varias generaciones; sus padres mataron a tu padre y violaron a tu madre.
Todos los días te atacan con las armas primitivas que consiguen, con hondas y cascotes y envenenan a tus perros.  Si tú no dedicaras gran parte de tu vida y tus recursos a defenderte, seguramente tu familia estaría muerta hace tiempo.

Los vecinos son pobres, pero tienen un montón de familiares ricos y mafiosos, con vínculos estrechos con el gobierno.  Esos parientes no les ofrecen alimento, educación o trabajo; como te odian más que ellos, los mantienen en la pobreza, convenciéndolos de que tú sos el culpable de todos sus males.  Lo que sí les dan todo el tiempo son armas para atacarte.  Mejor dicho, tratan de dárselas, porque tú lográs milagrosamente evitarlo, por lo menos hasta ahora.

Cuando te hartaste de que te rompieran los vidrios a pedradas, construiste un muro en la medianera.  Todo el barrio se indignó.  Desde el intendente hasta el edil local y la junta de vecinos, lo consideraron una ignominia, lo compararon al muro de Berlín.   Pero arriesgaste enemistarte con todos los imbéciles y lo mantuviste.  El muro no te gusta, es feo y  tapa el sol, pero es mejor que tener que cambiar los vidrios todos los días o correr el riesgo de algo peor.  La semana pasada recibiste un cedulón intimándote a demolerlo porque lastima la dignidad de los vecinos, que no pueden ejercer libremente su derecho a demostrar su insatisfacción con el sistema que los oprime.

Muchas veces hiciste la denuncia a la policía, publicaste remitidos en la prensa, hablaste con políticos.  La respuesta de las autoridades “progresistas” siempre fue la misma: “Ellos son pobres y débiles, así que estamos con ellos.   No se queje más, malcriado”.   Tus amigos progresistas tampoco te comprenden, piensan que deberías hacerte amigo de los vecinos y ofrecerles todo lo tuyo y dejarles tu casa, porque, pobrecitos, son pobres y débiles.

Ahora acabás de enterarte de que están instalando un cañón de grueso calibre, que cuando esté pronto, podrá demoler tu casa de un solo disparo.
¿Qué hacemos, Ernestito?


No hay comentarios:

Publicar un comentario