miércoles, 14 de septiembre de 2016

Estúpidos y Snobs

Somos estúpidos.    Y snobs.


No tan estúpidos como para vivir la vida según las ideas equivocadas que sostenemos calurosamente, pero sí lo suficiente como para permitir que la defensa de esas ideas nos impida el progreso y el disfrute de muchas de las maravillas que este mundo puede ofrecernos.

No pretendo negar el derecho de cada uno a pensar lo que quiera y de la manera que quiera.  Lejos de eso, todo lo contrario.   En la esencia de mi pensamiento está la famosa expresión de Voltaire: “No estoy de acuerdo con nada de lo que Ud. dice, pero defenderé hasta la muerte su derecho a decirlo”.
Pero también, como es obvio, pretendo que se respete mi derecho a criticar lo que otros piensan, sin atarme a pusilánimes consideraciones de corrección política.
El derecho a la expresión de cualquier idea es digno de respeto, pero no todas las ideas en si mismas lo son; deben ganar el respeto, y para hacerlo deben sortear las pruebas de la coherencia y la evidencia.


En primer lugar, un arraigado complejo de culpa nos induce a pensar que nuestra civilización occidental (simplistamente denominada “judeo-cristiana”) es culturalmente inferior a la “oriental”.   En el concepto de cultura – o “Weltanschaung (visión del mundo) –  incluimos los aspectos económicos, artísticos, religiosos, científicos y sociales.
Las anteojeras que hemos elegido utilizar hacen que cuando nos referimos a nuestra propia cultura, sólo reparemos en las patologías – que todo sistema necesariamente tiene – y por lo tanto nos ocupemos solo de la corrupción, la miseria y las instancias de falta de solidaridad, ignorando olímpicamente los impresionantes logros civilizatorios de los últimos 5.000 años, y particularmente los de los últimos 500, en los que se manifestó plenamente el triunfo de la razón, el método científico y la convivencia democrática.
El edificio cultural construido por occidente y expresado en millones de instancias asombrosas es un manifiesto vivo de lo que puede lograr el ser humano como individuo y ser social.
Obviamente las demás culturas también tienen sus valores.  Pero cuando las vemos, ni siquiera hacemos énfasis en lo bueno que ellas tienen, ya que en general no lo conocemos.   Solemos representarlas en base a los clichés simplistas que nos hemos construido.

Cuando pensamos en la India, suponemos que todos sus habitantes son sabios brahamanes, pacifistas y despojados de la necesidad de bienes materiales, y con una comprensión del universo que haría pasar vergüenza a Stephen Hawking.
Los que han estado allí saben que la realidad es muy otra; la violencia, la corrupción y la miseria material y espiritual son lo que predomina.
Y en occidente también tenemos a nuestros hombres sabios, tanto en comprensión del universo como en sabiduría para encontrar la felicidad.  Pero lo nuestro es por definición inferior.

Todos tenemos muy claro que el socialismo es bueno y el capitalismo es malo.

No importa toda la evidencia acumulada que indica lapidariamente que el socialismo aplicado en el mundo real no trajo nunca progreso ni igualdad, sino que por lo contrario, siempre sumió a los que lo sufrieron en el atraso y la miseria más abyectos, destruyendo por añadidura todo vestigio de libertad y realización humana.

Los únicos socialismos que funcionan son aquellos que incorporan el nombre como marca simpática, pero que de socialismo no tienen nada y de capitalismo liberal, todo o casi todo.

Se juzga al capitalismo por sus patologías - ¿qué sistema no las tiene? – y al socialismo, ni siquiera por sus promesas ingenuas ni sus posibles aspectos positivos, sino por sloganes vacíos y arcaicos que suenan bien a oídos ignorantes y permeables al populismo.


Los que en la investigación y ciencia practican un enfoque reduccionista, son malos, muy malos.   Todos sabemos que el enfoque correcto es el holista.   “Hay que mirar el bosque y no los árboles”.
Obviamente, en casi todos los casos, para comprender un fenómeno, lo ideal es una combinación de ambos enfoques.  Decir a priori, por una cuestión ética o estética, que uno es mejor que el otro, es simplemente estúpido.

Pero si queremos hacer ciencia en serio, del tipo de la que no sólo nos permite sentirnos a gusto con nuestro propio ego sino también realizar verdaderos progresos en la comprensión de las cosas y que sirva como base a futuros avances y al desarrollo de objetos y métodos útiles, entonces el enfoque fundamental es el reduccionista. En muchos casos, es el único posible.   Si queremos comprender la fotosíntesis y la estructura molecular de la célula para desarrollar variedades genéticas vegetales o nuevos fertilizantes, de poco sirve mirar el bosque.  Ni siquiera el árbol.  Hay que ir a los constituyentes elementales.

Al decir de Richard Dawkins, el célebre biólogo famoso por expresar claramente lo que piensa sin limitarse por sensibilidades hipócritas, reducir es explicar, y explicar es reducir.   No hay otra forma.  En la mayoría de los casos, la “explicación” holista es una ilusión.
Frases hechas de uso comodín como “ser uno con el universo”, en realidad no significan nada.


Seguramente yo a mi modo también sea un estúpido, pero me siento muy orgulloso de ser occidental, capitalista, liberal y reduccionista, o sea un perfecto monstruo.   Creo firmemente que los que así nos sentimos y actuamos en consecuencia, somos los que hemos creado y seguimos creando el mundo moderno, buscando el verdadero lugar del ser humano en el cosmos – si es que esa frase tiene algún sentido.


No hay comentarios:

Publicar un comentario