La Función de Utilidad de Dios
Los seres humanos siempre nos hemos preguntado
por el sentido de la vida.
Según el autor, la vida no
tiene un propósito más importante que el aseguramiento de la supervivencia del
ADN
por Richard Dawkins
Publicado en Scientific American
Publicado en Scientific American
traducido por
Hugo Donner
En sus abundantes libros
sobre la evolución y la selección natural, Richard Dawkins examina los temas,
no desde la perspectiva de los organismos individuales (como lo hizo Charles
Darwin) sino desde lo que ha definido como “el punto de vista del gen”.
Los genes en los seres vivos
actuales son, dice él, los individuos “egoístas” que han asegurado su propia
supervivencia haciendo que sus anfitriones - lo que Dawkins llama “máquinas de
supervivencia”- puedan vivir lo suficiente como para reproducirse.
Dawkins argumenta que la
complejidad de la vida sobre la tierra puede ser explicada en base a la
extraordinaria competencia por la supervivencia entre los genes, y no por un
propósito universal superior.
En su reciente libro, El Río que Fluye del Edén: una Visión Darwiniana de la
Vida, Dawkins explica cómo la lucha de
los genes por multiplicarse puede ser causa de algunos de los misterios
centrales de la vida, incluyendo “¿Cómo comenzó la vida?” y “¿Por qué estamos
aquí?” El artículo que sigue fue adaptado
de un capítulo de El Río que Fluye del Edén (BasicBooks, 1995)
No me puedo convencer”, escribió Charles Darwin, “de
que un Dios benéfico y omnipotente haya creado a conciencia al Ichneumonidae
con la intención expresa de que se alimente del cuerpo vivo de las
orugas.” Los hábitos macabros del
Ichneumonidae son compartidos por otros grupos de avispas, tales como las
avispas excavadoras estudiadas por el naturalista francés Jean Henri Fabre.
Fabre informó que antes de poner sus huevos en una
oruga (o saltamontes o abeja), una avispa excavadora hembra clava
cuidadosamente su aguijón en cada ganglio del sistema nervioso de la presa de
forma de paralizarla sin matarla. De
esta manera, la carne se mantiene fresca para las larvas en crecimiento. No se sabe si la parálisis actúa como una
anestesia general o si es como el curare, que sólo congela la capacidad de
movimiento de la víctima. Si fuera de
esta última manera, la presa estaría consciente de estar siendo comida viva
desde sus entrañas, sin poder mover un músculo para evitarlo.
Esto suena salvajemente cruel, pero, como veremos, la
Naturaleza no es cruel, sólo despiadadamente indiferente.
Esta lección es de las que más nos cuesta a los
humanos aprender. No podemos aceptar
que las cosas no sean ni buenas ni malas, ni crueles ni bondadosas, sino
simplemente insensibles: indiferentes a todo sufrimiento, carentes de todo
propósito.
Los seres humanos tenemos el propósito grabado en la
mente. Nos resulta sumamente difícil
mirar algo sin preguntarnos “para qué es”, cuál es su motivo, o qué propósito
existe por detrás. La necesidad de ver
propósitos por doquier es natural para un animal que vive rodeado de máquinas,
obras de arte, herramientas, y otros artefactos diseñados - un animal, además, cuyos
pensamientos conscientes son dominados por sus propias metas y objetivos.
Aún cuando un automóvil, un abridor de latas, un
destornillador o un rastrillo legítimamente habilitan la pregunta “¿Para qué
es?”, el mero hecho de que se pueda formular una pregunta no la hace
automáticamente legítima o sensata.
Hay muchas cosas sobre las que se puede preguntar “¿Cuál es su
temperatura?” o “¿De qué color es?”, pero no se puede hacer la pregunta de la
temperatura o del color respecto a, por ejemplo, la envidia, o la oración. Análogamente, podemos correctamente
preguntar “¿Porqué?” respecto a los guardabarros de una bicicleta o la represa
de Asuán, pero no podemos considerarnos con derecho a esperar una respuesta si
preguntamos lo mismo respecto a una roca, una desgracia, el Monte Everest o el
universo.
Algunas preguntas pueden ser simplemente inapropiadas,
independientemente de la emoción que haya detrás de su formulación.
En algún punto intermedio entre los limpiaparabrisas y
los abridores de latas por un lado, y las rocas y el universo por el otro,
están los seres vivos. Los cuerpos
vivos y sus órganos son objetos que, a diferencia de las rocas, parecen tener
la palabra “propósito” escrita por todas partes. Es notorio, por supuesto, que la aparente
intencionalidad de los cuerpos vivos ha dominado el razonamiento de los
teólogos desde Tomás de Aquino a William Paley. Por ejemplo, Paley, el teólogo inglés del
siglo XVIII, aseguraba que si un objeto comparativamente simple como un reloj
requiere la existencia de un relojero, con más razón criaturas vivas muchísimo
más complicadas tienen que haber sido divinamente diseñadas. Los creacionistas “científicos” modernos
también defienden este “argumento por el diseño”.
Hoy comprendemos cabalmente el verdadero proceso que
ha construido la fuerte ilusión de diseño intencional en alas, picos, ojos,
instintos de anidamiento y todo lo demás que hace a la vida. Es la selección natural darwiniana. Darwin dedujo que los organismos que hoy
viven existen porque sus ancestros tenían características que permitieron que
ellos y su descendencia florecieran, mientras que otros individuos menos
adecuados perecieron con pocos o ningún vástago.
Nuestra comprensión de la evolución sobrevino en forma
asombrosamente reciente, en el último siglo y medio. Antes de Darwin, incluso la gente educada
que había ya abandonado la pregunta de “¿Porqué?” cuando se trataba de rocas,
arroyos o eclipses, implícitamente aceptaban la legitimidad de la pregunta en
lo concerniente a los seres vivos.
Ahora sólo lo hacen los científicamente analfabetos. Pero la palabra “sólo” disimula el
desagradable hecho de que estamos hablando de la absoluta mayoría de la
población del mundo.
Diseñando una cheetah
Darwin asumió que la selección natural favorece a
aquellos individuos mejor adecuados para sobrevivir y reproducirse. Esta afirmación es equivalente a decir que
la selección natural favorece a aquellos genes que se copian a lo largo de
muchas generaciones. Aunque ambas
formulaciones son comparables, el “punto de vista del gen” presenta varias
ventajas que se ven claramente al considerar dos conceptos técnicos: ingeniería inversa y función de utilidad.
Ingeniería inversa es una técnica de razonamiento que
funciona de la siguiente manera: usted
es un ingeniero enfrentado a un artefacto que ha encontrado y que no
comprende. Entonces plantea la
hipótesis de trabajo de que ha sido diseñado con algún propósito. Luego diseca y analiza el objeto con la
idea de descubrir qué tipo de problema puede resolver el objeto: “Si yo hubiera
querido hacer una máquina para esto o lo otro, ¿la habría hecho como ésta? ¿O se explica mejor el objeto suponiendo que
es una máquina diseñada para hacer esto otro?
La regla de cálculo, hasta hace poco venerable
talismán de la honorable profesión de ingeniero, es tan obsoleta en la era de
la electrónica como cualquier reliquia de la Edad de Bronce. Un arqueólogo del futuro que encontrara una
regla de cálculo y se preguntara qué es, notaría que es útil para dibujar
líneas rectas o para untar manteca en un pan.
Pero un simple cuchillo de filo recto no habría necesitado un elemento
deslizante en el medio. Más aún, las
precisas escalas logarítmicas están dispuestas demasiado meticulosamente como
para ser accidentales. En algún
momento se le ocurriría que en una época anterior a las calculadoras
electrónicas, esas escalas podrían constituir un truco ingenioso para realizar
multiplicaciones y divisiones en forma
rápida.
El misterio de la regla de cálculo habría sido
resuelto mediante ingeniería inversa, utilizando la presunción de diseño
inteligente y económico.
“Función de utilidad” no es un término técnico
utilizado por los ingenieros sino por los economistas. Significa “aquello que debe ser maximizado”. Los planificadores de la economía y los que
realizan ingeniería social se parecen a los arquitectos e ingenieros en que se
esfuerzan por maximizar algo. Los
utilitaristas pretenden lograr “la mayor felicidad para el mayor número
posible”. Otros desembozadamente incrementan su propia
felicidad a expensas del bienestar común.
Si se aplica ingeniería inversa al comportamiento de un gobierno
nacional, se puede llegar a concluir que lo que está siendo optimizado es el
empleo y el estado de bienestar universal.
Para otros países, la función de utilidad puede resultar ser la
continuidad del poder del presidente, la riqueza de una familia regente, el
tamaño del harén del sultán, la estabilidad del Medio Oriente, o el precio del
petróleo.
La idea es que se puede imaginar más de una función de
utilidad. No es siempre tan obvio qué
es lo que pretenden conseguir los individuos, las empresas o los gobiernos.
Volvamos a los cuerpos vivos e intentemos extraer su
función de utilidad. Podría haber
muchas, pero finalmente resultará que todas se reducen a una. Una buena forma de dramatizar nuestra tarea
es imaginar que las criaturas vivientes fueron hechas por una Divinidad
Ingenieril e intentar deducir, mediante ingeniería inversa, qué cosa el
Ingeniero trató de maximizar: La Función de Utilidad de Dios.
Al analizar a las cheetahs, todo nos indica que están
maravillosamente diseñadas para algo, y debería ser muy fácil aplicarles
ingeniería inversa para encontrar su función de utilidad. Parecen estar bien diseñadas para matar
gacelas. Los dientes, garras, ojos,
hocico, músculos de las piernas, columna vertebral y cerebro son precisamente
lo que cabría esperar si el propósito de Dios al diseñar a las cheetahs hubiera
sido maximizar el número de muertes entre las gacelas. Por el contrario, si aplicamos ingeniería
inversa a una gacela, encontraremos evidencia igualmente impresionante en favor
de un propósito inverso: la supervivencia de las gacelas y la muerte por
inanición de las cheetahs. Es como si
las cheetahs hubieran sido diseñadas por una divinidad, y las gacelas por una
divinidad rival. Si por el contrario
existe un único Creador que hizo al tigre y al cordero, a la cheetah y a la
gacela, ¿a qué está jugando? ¿Es acaso un sádico que disfruta siendo un
espectador de deportes sangrientos?
¿Intenta evitar la superpoblación entre los mamíferos africanos? ¿Está maniobrando para que se disparen los ratings
televisivos de David Attenborough?
Estas son todas funciones de utilidad comprensibles que podrían haber
sido confirmadas como verdaderas. En
realidad, por supuesto, son todas completamente equivocadas.
La verdadera función de utilidad de la vida, la que
está siendo maximizada en el mundo natural, es la supervivencia del ADN. Pero el ADN no se encuentra flotando
libremente; está encerrado en cuerpos vivientes, y debe aprovechar al máximo
las palancas de potencia de las que dispone.
Las secuencias genéticas que se encuentran en los cuerpos de las
cheetahs maximizan su supervivencia logrando que esos cuerpos maten
gacelas. Las secuencias que se
encuentran en los cuerpos de las gacelas aumentan su chance de supervivencia
promoviendo metas opuestas.
Pero la misma función de utilidad - la supervivencia
del ADN - explica el “propósito” de ambas, las cheetahs y las gacelas.
Este principio, una vez reconocido, explica una
variedad de fenómenos que de otra manera serían un dilema - entre ellos los
esfuerzos energéticamente costosos y a menudo ridículos, que realizan los animales
machos para atraer a las hembras, incluyendo su inversión en “belleza”. Los rituales de apareamiento generalmente
se parecen al concurso de Miss Universo (hoy por suerte fuera de moda), pero
con los machos desfilando en la pasarela.
Esta analogía se aprecia con toda claridad en los “leks” de pájaros
tales como la ortega y la gorguera. Un
lek es una porción de terreno usada por los pájaros machos para mostrarse
frente a las hembras. Estas visitan el
lek y observan las demostraciones arrogantes de un número de machos antes de
elegir a uno de ellos para copular. Los
machos de las especies que utilizan este procedimiento usualmente poseen una
llamativa ornamentación que pavonean con pomposos movimientos y extraños
sonidos. Por supuesto, las palabras
“llamativa” y “pomposa” reflejan juicios de valor subjetivos. Presumiblemente, los machos de ortega
negra, con sus danzas infladas acompañadas de ruidos como de sacar corchos, no
les parecen extraños en lo más mínimo a las hembras de su especie, y esto es
todo lo que importa. En algunos casos,
el concepto de belleza de los pájaros hembra coincide con el nuestro, y el
resultado es un pavo real o un ave del paraíso.
La Función de la Belleza
Las canciones del ruiseñor, la cola del faisán, las luces
de la luciérnaga y las coloridas escamas de los peces de los arrecifes
tropicales, todos ellos maximizan la belleza estética, pero no es, o lo es sólo
incidentalmente, belleza para el disfrute humano. Si nos agrada el espectáculo, es simplemente
una prima adicional, un derivado accidental.
Los genes que hacen atractivos a los machos frente a las hembras,
automáticamente se ven promovidos a las subsiguientes generaciones. Hay una sola función de utilidad que
encuentra sentido a esas bellezas: la cantidad que está siendo diligentemente
optimizada en cada grieta del mundo viviente es, en todos los casos, la
supervivencia del ADN responsable de la característica que estemos tratando de
explicar.
Esta fuerza también cuenta en los misteriosos excesos.
Por ejemplo, los pavos reales están
cargados con adornos tan pesados y torpes que obstaculizarían gravemente
cualquier esfuerzo por realizar trabajo útil - si se sintieran inclinados a
realizar trabajo útil, lo que, en general, no ocurre. Los pájaros canoros machos utilizan
cantidades peligrosas de tiempo y energía cantando. Esto constituye ciertamente un riesgo, no
sólo porque atrae a los predadores, sino también porque drena su energía y
utiliza tiempo que podría invertirse en recargar esa energía. Un estudiante de biología especializado en
ornitología informó que en el curso de
un trabajo sobre los reyezuelos, uno de sus machos salvajes literalmente cantó
hasta morirse. Cualquier función de
utilidad que tuviera la finalidad del bienestar a largo plazo de la especie, o
incluso la supervivencia individual de un macho en particular, ahorraría en la
cantidad de canto, de exhibición o de peleas entre machos.
Sin embargo, cuando se considera la selección natural
desde la perspectiva de los genes en lugar de simplemente la supervivencia y
reproducción de individuos, esos comportamientos pueden ser fácilmente
explicados. Dado que lo que realmente
se maximiza en los reyezuelos cantores es la supervivencia del ADN, nada puede
detener la difusión del ADN que no tenga otro efecto benéfico que hacer a los
machos atractivos para las hembras. Si
algunos genes dan a los machos cualidades que las hembras de la especie
encuentran deseables, esos genes, a la fuerza, van a sobrevivir, aunque esos
mismos genes, ocasionalmente, pongan en peligro a algún individuo.
Los seres humanos tenemos la tendencia algo arraigada
de asumir que “bienestar” significa bienestar grupal, que “bien” significa bien
para la sociedad, el bienestar de la especie o incluso del ecosistema. La Función de Utilidad de Dios, tal como se
deduce de la contemplación de las tuercas y tornillos de la selección natural,
resulta tristemente opuesta a esta visión utópica. Sin duda, existen ocasiones en que los genes
pueden maximizar su bienestar egoísta mediante la programación de cooperación
magnánima o incluso auto-sacrificio de un organismo. Pero el bienestar grupal es siempre una
consecuencia fortuita, no un impulso primario.
El descubrimiento de que los genes son egoístas
también explica los excesos en el reino vegetal. ¿Porqué son tan altos los bosques? Simplemente, para sobrepasar a los árboles
rivales. Una función de utilidad
“sensata” determinaría que todos los árboles fueran cortos. En tal caso, lograrían exactamente la misma
cantidad de luz solar con muchísimo menos gasto en gruesos troncos y masivas raíces. Pero si todos fueran cortos, la selección
natural no podría evitar favorecer a una variante individual que creciera un
poco más. Habiéndose elevado la
apuesta, los demás tendrían que seguirla.
Nada puede evitar que el juego siga escalando hasta que todos los
árboles resulten ridícula y ruinosamente altos. Pero es sólo ridículo y ruinoso desde el
punto de vista de un planificador económico racional que piensa en términos de
maximización de eficiencia y no en la supervivencia del ADN.
Abundan las analogías domésticas. En una fiesta, todos hablan hasta quedarse
roncos. La razón es que todos los
demás gritan al máximo de sus cuerdas vocales.
Si simplemente todos acordaran hablar en susurros, todos se escucharían
exactamente igual, con menos exigencia para la voz y menos gasto de
energía. Pero acuerdos de este tipo no
funcionan a menos que sean impuestos.
Alguien siempre los arruina hablando egoístamente en voz un poco más
alta, y entonces, uno por uno, todos deben imitarlo. Solo se alcanza un equilibrio estable cuando
todos están gritando tan fuerte como físicamente pueden, y esto es muchísimo
más fuerte de lo necesario desde un punto de vista “racional”. Una y otra vez, la moderación cooperativa
se frustra a causa de su propia inestabilidad interna. La Función de Utilidad de Dios muy pocas
veces resulta ser el mayor bien para el mayor número. La Función de Utilidad de Dios traiciona
sus orígenes en un desparramo descoordinado en procura de la ganancia egoísta.
Un Universo de Indiferencia
Para volver a nuestro comienzo pesimista, la
maximización de la supervivencia del ADN no es una receta para la
felicidad. Mientras que se asegure que
el ADN sea transferido, no interesa qué o quién resulte lastimado en el
proceso. Los genes no se preocupan por
el sufrimiento, porque no se preocupan por nada. Es mejor para los genes de la avispa de
Darwin que la oruga se mantenga viva, y por lo tanto fresca, mientras es
comida, sin importar el costo en sufrimiento.
Si la Naturaleza fuera bondadosa, podría por lo menos hacer la concesión
menor de anestesiar a las orugas antes de que sean comidas desde adentro. Pero la Naturaleza no es ni buena ni mala. No está a favor ni en contra del
sufrimiento. La Naturaleza no se
interesa por el sufrimiento en un sentido ni en otro mientras no afecte la
supervivencia del ADN. Es fácil
imaginarse un gen que, digamos, tranquilice a las gacelas en el momento en que
están por sufrir un mordisco mortal.
¿Sería ese gen favorecido por la selección natural? No, a menos que el hecho de tranquilizar a
la gacela mejorara las chances de ese gen de ser propagado a las generaciones
futuras. Es difícil creer que este sea
el caso, y por lo tanto, debemos suponer que las gacelas sufren horrible dolor
y pánico cuando son perseguidas a muerte - como les ocurre a muchas de ellas.
La cantidad total de sufrimiento en el mundo natural
está más allá de toda contemplación decente.
Durante el minuto que me toma componer esta oración, miles de animales
están siendo comidos vivos, muchos otros están corriendo por sus vidas,
gimiendo de miedo, otros están siendo lentamente devorados desde sus entrañas
raídas por parásitos, miles de todos los géneros están muriendo de inanición,
sed y enfermedad. Así es como debe
ser. Si alguna vez hubiera una época
de abundancia, este mismo hecho conduciría automáticamente a un incremento de
la población hasta que el estado natural de inanición y miseria fuera
restaurado.
En un universo de electrones y genes egoístas, ciegas
fuerzas físicas y reproducción genética, algunas personas serán lastimadas,
otras tendrán suerte, y usted no podrá encontrar en ello razón ni rima, ni
justicia. El universo que observamos
tiene exactamente las propiedades que deberíamos esperar si no hay, en el
fondo, ningún designio, ningún propósito, ni bien ni mal, nada más que
despiadada indiferencia. Como lo
expresara el infeliz poeta A.E. Housman:
Ya que la naturaleza, sin corazón ni ingenio
Nunca sabrá ni le importará
El ADN no sabe ni le importa. El ADN simplemente es. Y nosotros bailamos a su ritmo.
El Autor
RICHARD DAWKINS, un inglés,
nació en Kenya en 1941. Educado en la
Universidad de Oxford, completó su doctorado en zoología con el etólogo Niko
Tinbergen, ganador de un Premio Nobel.
Luego de dos años como profesor en la Universidad de California,
Berkeley, Dawkins retornó a Oxford, donde es hoy conferencista en zoología y un
fellow del New College. Dawkins es
ampliamente conocido por sus libros El
Gen Egoísta y El Relojero Ciego. Su próximo libro, Trepando el Monte Improbable, será publicado por W.W. Norton en
otoño de 1996. Dawkins pronto asumirá
la recientemente creada Cátedra Charles Simonyi de Comprensión Pública de la
Ciencia en Oxford.
Lecturas Sugeridas
EL FENOTIPO EXTENDIDO: EL
LARGO ALCANCE DEL GEN. Richard Dawkins. Oxford
University Press, 1989.
EVOLUCION. Mark Ridley.
Blackwell Scientific Publications, 1993.
LA PELIGROSA IDEA DE DARWIN:
EVOLUCION Y EL SENTIDO DE LA VIDA
Daniel C. Dennett. Simon &
Schuster, 1995.
El Gran Nivelador
Una forma en que los
organismos multicelulares maximizan la supervivencia del ADN es gastando poca
energía en asegurar que sus órganos vivan eternamente. Los fabricantes de automóviles utilizan un
enfoque similar al construir sus vehículos.
El psicólogo darwiniano Nicholas Humphrey desarrolló esta particular
analogía estando en la Universidad de Cambridge. En su libro La Conciencia Recuperada:
Capítulos del Desarrollo de la Mente, Humphrey supone que Henry Ford, el santo
patrón de la manufactura eficiente, una vez....
....encargó un estudio en los cementerios de
automóviles de América con el fin de averiguar si se encontraban piezas del
Modelo T que nunca hubieran fallado.
Sus inspectores volvieron con informes de todo tipo de fallas: ejes,
frenos, pistones - todos ellos pasibles de dejar de funcionar. Pero llamaron su atención hacia una notable
excepción; los pivotes de dirección de los coches abandonados aún tenían años
de vida saludable por delante. Con
despiadada lógica, Ford concluyó que los pivotes del Modelo T eran demasiado
buenos para su función, y ordenó que en el futuro se fabricaran de acuerdo a
especificaciones inferiores.
Usted, como yo, puede no
estar muy seguro de qué cosa son los pivotes de dirección, pero eso no
importa. Son algo que el motor de un
vehículo necesita, y la pretendida falta de piedad de Ford fue, en efecto,
totalmente lógica. La alternativa
hubiera sido mejorar todas las otras partes del auto para llevarlas al estándar
de los pivotes. Pero entonces ya no
estaría fabricando un Modelo T sino un Rolls Royce, y ese no era su
objetivo. Es muy respetable fabricar un
Rolls Royce, pero también lo es un Modelo T - a un precio diferente. La gracia es poder asegurar que todo el
automóvil se construya o bien bajo las especificaciones de un Rolls Royce o
bien bajo las de un Modelo T. Si se
hace un coche híbrido con algunos componentes de calidad Modelo T y otros de
calidad Rolls Royce, se conseguirá lo peor de ambos mundos, ya que el automóvil
se tirará cuando el más débil de los componentes se deteriore, y el dinero
gastado en componentes de alta calidad que nunca tendrán el tiempo para
consumirse, habrá sido simplemente desperdiciado.
La lección de Ford se aplica
con mayor razón a los cuerpos vivientes que a los automóviles, ya que los
componentes de un coche pueden, dentro de ciertos límites, ser sustituidos por
repuestos. Los monos y los gibones (un
tipo de mono), pasan su vida en las copas de los árboles, por lo tanto siempre
existe el riesgo de caerse y romperse los huesos. Digamos que encarguemos un estudio de los
cadáveres de los gibones con el destino de contar la frecuencia de quebraduras
en cada hueso mayor del cuerpo.
Supongamos que resultara que todos los huesos se han roto en algún
momento, con una sola excepción: la fíbula
(el hueso de la pantorrilla paralelo a la espinilla) nunca se ha visto que se
rompa en ningún gibón. La segura receta
de Henry Ford sería que la fíbula fuera rediseñada de acuerdo a una
especificación inferior, y eso es exactamente lo que ocurre con la selección
natural. Los individuos mutantes que
desarrollaron una fíbula inferior, ya que sus reglas de crecimiento
determinaron un desvío del precioso calcio hacia otros destinos, pudieron
utilizar el material ahorrado para engrosar otros huesos del cuerpo y por lo
tanto acercarse más al ideal de que todos sus huesos tuvieran aproximadamente
la misma probabilidad de quebrarse. O
quizá pudieron utilizar el calcio ahorrado para producir más leche y de esa
forma criar mayor número de vástagos.
Se puede quitar bastante hueso de la fíbula, por lo menos hasta el punto
en que se iguale la probabilidad de quebrarse con la del siguiente hueso más
durable. La alternativa - la “solución
Rolls Royce”: llevar todos los demás
componentes al nivel de calidad de la fíbula - es mucho más difícil de lograr.
La selección natural
favorece una nivelación de la calidad en ambas direcciones, hacia arriba y
hacia abajo hasta que se alcance un correcto balance entre todas las partes del
cuerpo. Vistas desde la perspectiva de
la selección natural, el envejecimiento y la muerte por edad avanzada son las
siniestras consecuencias de ese acto de malabarismo. Somos descendientes de una larga línea de
jóvenes ancestros cuyos genes les aseguraron vitalidad en los años
reproductivos, pero que no hicieron previsiones de vigor en los años
avanzados. Una juventud saludable es crucial para
asegurar la supervivencia del ADN.
Pero una saludable vejez puede ser un lujo análogo a los pivotes
superiores del Modelo T.
--R.D.
Comentario
(H.D.)
No todas las explicaciones de un fenómeno son
igualmente válidas.
Si bien debemos respetar el derecho inalienable de
cada uno a creer lo que desee por más disparatado que sea, y a vivir su vida de
acuerdo a sus convicciones, (siempre que, por supuesto, ello no altere en modo
alguno los derechos y convicciones de los demás y no viole las reglas que en
forma de leyes son aceptadas por la sociedad de la que forma parte), no creo
que todas las ideas sean igualmente respetables.
Podemos formular una serie de criterios para calibrar
el valor de una explicación de un fenómeno:
1) La explicación no debe contener contradicciones
lógicas internas.
2) No debe contradecir la evidencia. Una sola evidencia en contra la invalida,
mientras que ningún conjunto de evidencias parciales, subjetivas o circunstanciales
la confirma por completo.
3) Validez de la navaja de Occam (no se deben multiplicar innecesariamente las
causas).
Entre varias explicaciones aparentemente válidas,
debemos elegir la que sea más económica en hipótesis o condiciones
previas. Una explicación sencilla,
clara y elegante siempre tiene más probabilidades de ser verdadera que una
rebuscada y que depende de la aceptación de una larga cadena de supuestos.
Aparentemente, no podemos sustraernos a que algún paso
de la cadena lógica de razonamiento, inferencias y silogismos contenga
elementos arbitrarios, cuya elección es primordialmente estética, pero siempre
es preferible que esto se reduzca a una arbitrariedad inicial única, y no que
el camino deductivo esté plagado de ellas.
4) En lo posible, no debe necesitar hipótesis que
contradigan el conocimiento acumulado considerado válido en el momento
dado. Este criterio debe ser tomado
como de poca importancia, ya que el progreso del conocimiento se basó justamente
en violarlo sin contemplación. Pero
entre dos explicaciones alternativas, debemos preferir la que respete este
criterio.
Puede ocurrir que, por explicar un fenómeno mediante
supuestos nuevos, resulte que pierda validez el sistema establecido, y nos encontremos en la situación de tener
que rehacer teorías básicas y de aplicación generalizada, multiplicando
entonces el problema. Esto sucede
cuando las teorías son, si se consideran en un mismo nivel de validez y
aplicación, mutuamente excluyentes (ej. método científico vs. misticismo, razón
vs. fe).
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