No hay que enojarse con los gobernantes y votantes del
Frente Amplio.
Hay que tenerles paciencia.
Son un poco tontuelos.
Pero a la larga, mire que son capaces de aprender. Algunos no; algunos chocan mil veces contra
la tozuda realidad e igual llegan a viejos sin haber aprendido nada. Pero no son la mayoría. Tengamos fe.
¿Quién no iba a saber que la Argentina gobernada por la
banda de delincuentes kirchneristas terminaría destruida en todas sus
dimensiones?
¿Qué niño pequeño no se hubiera dado cuenta de que el
inconcebible fascismo chavista iba a terminar en la catástrofe venezolana,
atrasando el reloj de la historia varias décadas en América Latina?
¿Quién puede haber sido tan ingenuo para creer que Lula da
Silva fue ajeno a la brutal red de corrupción del PT y a los vínculos
criminales del Foro de San Pablo?
¿Quién en su sano juicio puede creer que ser compañero de
cama de cuanto criminal terrorista circula por el mundo puede ser moralmente
defendible?
¿Quién puede no ver las contradicciones entre la defensa del
feminismo progresista y el enrolamiento incondicional con el Islam retrógrado?
Convengamos que es cierto que no es fácil razonar cuando uno
está sumido en esa nube confusa de pensamiento mágico y de voluntarismo
infantil, pero mire que es posible, hay quienes lo han logrado.
Los mecanismos básicos de la lógica, como la inferencia y el
silogismo, no son tan fáciles de dominar así como así.
Por ejemplo, si alguien rompe algo y otro se encarga de arreglarlo, los costos del arreglo, querido
amigo, no son responsabilidad del que lo arregla. Macri todavía no termina de tomar las riendas
del poder y ya lo están criticando airadamente por los costos sociales que va a
tener, inexorablemente, el arreglo del desbarajuste argentino, tarea
sobrehumana si las hay.
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