La noticia que hoy me amargó el día (todos los
días hay una en esta pesadilla postmoderna que estamos viviendo) es la de que
el PIT-CNT propone que se penalice - ¿con multas y prisión? - a los
comerciantes que sean acusados por sus comisarios de “especulación”.
Nada puede ya asombrarnos en nuestra región
bananera, más cuando hoy parece que el mundo todo ha decidido dedicarse al
cultivo de tan nutritivo alimento.
Un comerciante compra y vende en los momentos
que cree convenientes.
Un comerciante compra y vende las cantidades
que cree convenientes.
Un comerciante compra y vende a los precios
que cree convenientes.
Las personas sensatas llaman a eso
comerciar.
Los minusválidos mentales que nunca produjeron
nada pero se creen capaces de regular hasta el mínimo detalle la vida de los
demás, lo llaman especulación.
Especulación – liberado el término de toda
asociación negativa – es lo que hacen todos los comerciantes, y lo que permite
el desarrollo de la economía en el mundo moderno. Es la esencia de la asignación eficiente de
los recursos que sólo puede generar el mercado operando en forma libre y
voluntaria, en el complejísimo mundo de hoy.
Por supuesto que hay casos que no son tan
transparentes. Están las figuras de
“abuso de posición dominante”, monopolios predadores (públicos y privados),
etc., contempladas por la legislación, pero el grueso de la actividad humana en
libertad se encuadra en lo antedicho.
Supongamos por un instante que los miembros de
la gremial sindical tuvieran una inteligencia superior – que por supuesto no
tienen – y que fueran las personas más honestas del mundo – que por supuesto no
son – y que estuvieran motivados por los móviles más altruistas – sin comentario.
Supongamos también que no fueran unas pocas
personas, sino un millón – por suerte no son.
Aún así, su pretensión de regular toda la
actividad económica del país, decidiendo caso a caso qué se puede hacer y qué
no, a qué precio y en qué cantidades se puede vender y comprar, es
patéticamente ridícula, y cualquier estudiante de primer año de liceo sabe que
está condenada a fracasar y arrastrar a todo el país al desastre. Quien se permita la duda, sólo consulte las
muchísimas veces que ya hemos visto esta película.
Ni aún disponiendo de toda la capacidad
computacional de Google (miles de veces superior a la que puede disponer
nuestro país), se puede aspirar a computar la millonésima parte de las
decisiones que las personas toman individualmente cada día.
Todos los individuos actuando en la dirección
egoísta de su propio interés contribuyen al “bien común” mucho más que todos
los PIT-CNTs del mundo juntos.
El libre mercado es inconmensurablemente más
eficiente que cualquier otra forma de asignar los recursos, y además es por
lejos la más moral e inmune a la manipulación corrupta o corruptible.
Junio 2015
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