lunes, 5 de septiembre de 2016

Reflexiones sobre la mala aplicación de la física cuántica

I.
Una partícula subatómica en el vacío está sujeto a las leyes de la física cuántica.
Eso significa que mientras no sufra una perturbación proveniente del entorno, se mantendrá en una "superposición de estados", que implica que su posición, velocidad, momento angular, etc., no tienen un valor definido, sino solamente una distribución probabilística que se representa por la ecuación de onda de Schroedinger, la manifestación matemática de un "campo".

Cuando sufra una interacción con el entorno, en la forma de choque con otra partícula o fotón (y no olvidemos que el aire es un mar de partículas), pueden pasar dos cosas:

a) se puede considerar a las dos partículas como "el sistema". (*)

b) la perturbación es asimilable a una "observación" (en un sentido más amplio del que involucra a una inteligencia consciente).


En el caso a), el sistema de dos partículas permanece en superposición de estados.
En el caso b), la "observación" obliga a la partícula a manifestarse y asumir características de la física clásica (posición, velocidad, spin, etc. definidos).  Esto se conoce como "colapso del vector de estado".
La observación típica puede consistir en el choque con un fotón, que luego es recibido por el sensor óptico de un instrumento o la retina de un ojo.  Poco importa que detrás del sensor haya un ser humano o una computadora o un registrador electrónico.
Una única partícula subatómica está naturalmente en un estado de superposición, o estado cuántico.  Cuantas más partículas constituyan un "sistema", mayor será la probabilidad de interacción con el entorno, lo que obligará, como cascada, a que el sistema "colapse" a un estado clásico.
Que un elemento macroscópico (una roca, una bacteria o un gato) esté en estado cuántico de indefinición es en principio posible, pero tendría una probabilidad equivalente a ganar la lotería un millón de veces seguidas.
Ahora, la posibilidad de ganar la lotería un millón de veces seguidas es en la práctica nula siempre y cuando sea una lotería honesta, o sea que se regule por las leyes del azar.  Pero podemos imaginar una lotería en la que hay un hombrecito muy pequeño que manipula las bolillas para que salgan los números que él quiere.
Entonces, deducimos que un sistema complejo (compuesto por un número del orden de 1024 partículas) puede mantenerse en estado cuántico, pero solo mediante un gigantesco artificio guiado por una inteligencia con un propósito.
En otras palabras, una enorme artificialidad.  Se puede afirmar que el esfuerzo consciente realizado para mantener en estado cuántico un sistema complejo (como por ejemplo un animal de tamaño medio) sería la mayor artificialidad introducida en el universo en su historia.

En la práctica, algo de eso está ocurriendo hoy, aunque a un nivel rudimentario y experimental.
Los primeros elementos que tendrán el honor de inaugurar esa categoría son los qbits, elementos básicos de una "computadora cuántica".   Cada qbit consiste en unos pocos átomos, y se han logrado conjuntos operativos de apenas algunas decenas de ellos.  Las operaciones de "escribir" o "leer" su estado (uno o cero binarios) consisten en obligarlos a asumir un estado clásico y luego resetearse al estado cuántico de superposición.



II.
El universo, dejado a sí mismo, tiende naturalmente a la entropía máxima, que tiene como límite final la "muerte térmica", en la que se igualan todos los potenciales de energía y cualquier proceso, movimiento o transformación es imposible.
Una inteligencia humana en el mundo, realizando acciones con un propósito definido, es un "agente antientrópico" o destructor de entropía.  Hacer algo con un propósito equivale a "ordenar" algún sistema físico, a introducirle información, o, visto desde otro ángulo, a reducir la información necesaria para describirlo íntegramente (**).
Por supuesto, como esto es imposible según el segundo principio de la termodinámica que dice que la variación de la entropía es siempre positiva (siempre aumenta), solo se puede lograr si la disminución de entropía en el sistema considerado se logra a expensas de un aumento mayor de entropía en otra parte; por ejemplo, donde se genera la energía que se utiliza para lograr lo que se pretende.
El caso típico es el funcionamiento de un organismo en el cual la disminución de entropía que significa construir una pared o escribir un ensayo o hacer un gol, más que se compensa con las reacciones químicas del metabolismo que destruyen moléculas complejas para convertirlas en transpiración y excrementos.

Uniendo ambos conceptos (entropía y mecánica cuántica) podemos concluir que en la práctica no existen manifestaciones cuánticas macroscópicas salvo como consecuencia de un enorme y extraordinariamente artificial esfuerzo consciente de una inteligencia superior.
El gato de Schroedinger no puede ser otra cosa que aquello para lo que fue concebido: un ejemplo en sentido figurado para intentar comprender intuitivamente el concepto de la mecánica cuántica, si es que ello es posible.



(*) una situación excepcional en este sentido es la de un "Condensado Bose-Einstein", BEC.
Un BEC (Bose-Einstein Condensate) es un estado de la materia sumamente artificial en el que mediante una temperatura muy cercana al cero absoluto (-273 ºC) y aislando al sistema de toda interacción externa, se puede lograr que un conjunto muy numeroso de partículas (casi de tamaño macroscópico) se comporte a todos los efectos como si fuera una sola partícula gigantesca.

 (**) el sistema que requiere mayor información para ser descrito es justamente el correspondiente a la entropía máxima, donde la distribución de los elementos es aleatoria.

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